domingo, 24 de febrero de 2013

Visitas (in)esperadas.

"Y es que a los miedos, insisto
y añado,
hay que darles 
desorden y poesías,
hay que atajarlos poniéndolos sobre la mesa,
descifrarlos con palabras, asumirlos, y vivir como si ahí no
estuvieran".

- Escandar Algeet - 


Desvísteme despacio y corriendo que vengo a devolverte la clase de arte del jueves. Esa, improvisada veinte minutos antes. Y hoy me he dejado las prisas en las baldosas de las calles de Murcia mientras venía hasta aquí (a trompicones y pulso acelerado). Y eso de temblar, me lo has quitado en un abrazo, dos besos y un "hola, ¿qué tal?" al unisono.

Ahora estoy mucho mejor,

Deambular por pasillos donde pintores han dejado todo su arte contenido, en aquello que vulgarmente han llamado cuadros, contigo, es una forma de adentrarse de nuevo en la historia. Ya sabes que he sido una negada para eso. Es más, lo has comprobado.

He intentado mirar aquellas pinceladas de arte puro y restaurado (en la mayoría de los casos), con esa mirada que es capaz de perderse en la imagen, pero no he podido.

También he intentado escucharte con atención, sin llegar a conseguirlo del todo. Sólo entendía el lirismo de tu voz, y esos hoyuelos que se forman cerca de las comisuras de tus labios cuando sonríes.

Y son esos momentos en los que una se tambalea por dentro (tú ya me entiendes).

Ese pequeño arco que se forma en tu ceja derecha cuando levantas la mirada, es una forma de vida que va más allá del azul etéreo de tus ojos.

Y no me creerás si te digo que tú eres poesía, pero no encuentro nada más que pueda definirte.

El destino te ha colocado entre esas paredes porque, en realidad, Stendhal, entre líneas, hablaba de ti.

Y no me hables de malas brujas, que me pongo a hacer(te) magia y te recito sin palabras toda la poesía existente del mundo. Y, probablemente, seré yo la próxima que se queme en una hoguera por jugar con fuego. Por jugar contigo.

Y es que sin ti, las pócimas de lirismo que voy creando, pierden el norte y se quieren ir en busca de tu sur. Me han hablado de desiertos, sin saber que alrededor de tu ombligo no hay espejismos, sino una fuente que da vida.

Y ese lugar, entre tus piernas, es el idóneo para calmar mi sed.

No te alarmes, que prometo tratarte con toda esa fiereza interna en mí evocada en caricias, sin hacerte una pizca de daño. Que mis dedos no saben  correr a más velocidad sobre la piel, como cuando toqué un fragmento de una pieza musical imaginaria en el aire, a milímetros de las teclas en aquel piano, que en ruinas se conserva y lo catalogamos como reliquia.

Que cuando pasaste bajo los brazos de aquella bailarina de aguas turbias, inclinada hacia adelante, me vi reflejada en aquella antigua imagen, y en esa postura, dispuesta a saltar al abismo de tus lunares.

Hay puertas antiguas, feas por fuera, descoloridas y bastante arañadas, que si las abres, te puedes encontrar con un mundo aún por explorar lleno de magia.

Y escucharás gargantas aclarándose para darte un hilo de voz, tan tenue, que necesitarás acercarte, porque será lo más parecido a ese primer suspiro dispuesto a romperse en gemidos.

Y no sé si las mariposas seguirán siendo tan hijas de puta como antes, pero han desatado una guerra en mi estómago, y bueno, parece ser que tú tienes la culpa y ellas sólo han aprendido a revolotear entre las profundidades de la piel.

Y no las culpo, no a ellas, no del todo. Que con tantas ahí dentro, es normal que me pase los días sobrevolando a ras del suelo. Pero con dos Desperados, ya empiezan a marearse, y luego me hacen vomitar hasta los miedos, y más aún si sigo ayunando(te).

Y en eso de correr escaleras arriba, somos parecidos. Y algún día acabaremos rodando escaleras abajo, mientras te explico lo que entiendo de amor y tú sigues clavando tus manos en el centro de mi espalda, desplegando mis alas.

¡Mírame! Que yo sólo entiendo de este tipo de arte. 

Y aquí me tienes escribiéndote  palabras que pienso enrollarte al cuello, en el eco de tu voz, para cuando no seas capaz de decir nada, y las ganas de besarnos dejen de ser tan estúpidamente cobardes.

Y pienso devolverte esa clase de arte, improvisada, algún día (pronto), de la única forma que sé...

Y utilizaré pasillos con paredes de papel para que los vecinos nos oigan rugirnos las ganas, y sepan que hay otras maneras de empezar a hacernos el amor.

sábado, 16 de febrero de 2013

Febrero nos arrastra. Aún.

"Aprendimos a base de agujeros en la mirada.
A base de silencios que no podríamos entender, 
y mucho menos yo ahora explicar".
- Escandar Algeet  - 


Febrero, recuerdo haberte dado empujones a golpe de prosa
y lirismos.
A golpe de sentimientos.
Recuerdo haberme saltado las reglas, 
mis propias reglas.
Rompí mi promesa de no volverlo a hacer.
Intenté mojarme los pies en mitad del océano,
frío como cada noche que pasaba sin ti,
cruzarlo a nado hasta llegar a mi destino.
Él (tú).
Yo, que nadar no sé demasiado bien.

Le echaré la culpa de todo a esos iris azules de pupilas negras.
A esa sonrisa.
Le echaré la culpa al momento (que no era nuestro) para escaparnos,
para (no) salvarnos.
Porque no lo hicimos, no nos salvamos de ahogarnos en el camino.

Y desde entonces, desde aquel febrero, ha llovido.
Ha llovido mucho.
Ha llovido tanto como para arrastrar historias y difuminar mis gritos silenciosos,
esos que te escribía (en secreto y a escondidas) cada noche.
Y es que escribir, era mi única forma de poder tocarte a distancia.
Fuimos sed en el aire.
Y orgasmos.

Infinitos orgasmos que rasgaban tu garganta,
que te quemaban de placer al salir hacia la superficie por tu boca.
Y era tu voz, la que endulzaba mis oídos con cada uno de tus gemidos.
Y empecé a odiar cada vez más, con más fuerza, la distancia.

Fuimos casualidad,
dos impulsos tontos,
Y sin llegar a ser, te acabo poniendo como ejemplo de experiencia.
Porque fuimos nada mezclado con el humo de los bares.
Y yo acabé desnudándome en cada línea, 
en cada verso,
a la par que me desnudabas en tus pensamientos.

Y estoy segura de que aún siguen recorriendo nuestras voces en el tiempo
a través de alguna línea de teléfono olvidada.
Escuchar tu voz, eran mis alas para volar.
Y empecé temblando al arrancar motores para despegar, pero no.

Y no pude pedirte explicaciones porque ni yo lo entendía.
E intenté olvidarte en otras pieles salpicadas con lunares,
Ahogándome en bocas con besos de humo.
Intentando buscarme sin querer encontrarme del todo.
Arrastrando días de otra latitud tras mi sombra.
Y los puntos suspensivos esperaban una continuación de la historia,
esa historia que continuó sin ti.

Y es que de vez en cuando, alguien, viene de golpe, me agarra con fuerza
sacude mi mundo y vacía mis bolsillos
de toda la nostalgia que aún me queda de ti,
“y me mete aire sin presión en la boca de la única forma posible:
Asfixiándome”.

martes, 12 de febrero de 2013

Standby.


A mis ganas de verte, le sobraban mis miedos.
A tu presencia, yo no podía evitar temblar,
porque “querer es temblar a veces”.
A tu voz, se le acopló mi ráfaga de silencios.
A tu mirada, un salvavidas para no ahogarme en ese mar.
A tus manos, una de las mías que apretar.
A tus abrazos, una sonrisa de más.
A tu cuello, le faltaba el eco de mi voz.
A tu pelo, mis dedos enredados.
A tu espalda, alguno de mis versos
(es el trampolín perfecto para saltar a la vida).
Y a mis versos, besarte.
“Para criminales, ya están tus medias sonrisas”.
A tus lunares, les faltaban un nombre como constelación.
A tus caricias, mi piel.
A tu ausencia, le faltaba yo.
A mí, me faltabas tú.
Y nos perdimos, o no.
Sin entenderlo.
Arrastrando días, como lo sigo haciendo yo.
Mientras en mi mente hay indecisión, o no.
Y llegaré tarde tanto a las citas como a tus besos
(y a todo lo que eso conlleva).


sábado, 9 de febrero de 2013

Sin poder evitarlo.


Aguanté la respiración por el bombeo de tu sangre
a través de las venas de tu muñeca derecha.
Presionaba mis dedos sobre tu piel
y tu pulso gritaba con fiereza en mitad de una caricia.
Reflejaba tus ansias.

Tu mirada se clavaba en mi cabeza con parpadeos lentos.
Tu mente escondía todo un laberinto de pensamientos imposibles de adivinar.
Tus dientes acabaron rozando los míos en mitad de la guerra
que desataron nuestras bocas.
Mis labios salieron malheridos,
como el soldado que se alista por primera vez en el ejército,
y, sin miedo,  se lanza a la peor batalla.

Guardamos la compostura mientras nos enfrentábamos a las ganas,
todo a milímetros del enemigo.
Nariz con nariz.
Poniendo como polvo de arena que nos mancha la piel,
nuestra entrecortada respiración.

Valiente de mí al desafiarte ante mi retirada milimétrica  de tu cara.
Cuando tus manos agarraron con fuerza mi cabeza
violando los centímetros de distancia,
y volviste a marcar el territorio de juego.
Nuestro ring de pelea.

Cuando sin querer queriendo,
la noche se nos venía encima.

viernes, 1 de febrero de 2013

Te soñé bailando bajo mi lluvia.


Yo, una chica más del montón,
con ojos grandes, casi negros y tan profundos,
revolotea alrededor de tus palabras
calmando a esa fiera que llevas dentro,
o poniendo tu mundo patas arriba.

Me has dado el título de ser (tu) musa
sin haberlo firmado por ningún sitio.
Que a base de palabras y lirismo,
has roto mis esquemas.
En los sueños, ya no te sueño,
te vivo.
Que no quiero dormir.
Me apetece seguir soñando(te)
– vivirte–.

Existen kilómetros que se crearon
para poner en práctica la aproximación. 
Para dejar las distancias a menos de un milímetro de tu boca,
y colgarme de tu mirada en cada uno de tus pestañeos.

Perderme entre los buitres que habitan en tu cabeza
y dejar que me muerdan la piel.
Dormir en los soportales donde las caricias
caen desde el precipicio de mis hombros
hasta el centro de tu gravedad.
Donde tu ombligo cobra protagonismo
por quedarse cerca del principio de nuestro mundo,
cuando se endurece su protagonista.

Que en gemidos te canto cerca del oído
la melodía de tus vaivenes.
Donde la musa baila sobre la piel del artista
en cada embestida que inmortaliza en su mente,
como una fotografía.

Que de ojos en blanco van las historias
que contienen rituales contra la pared
o escondidos bajo las gotas de agua,
que se precipitan sobre mi piel desnuda,
humedeciendo sus reversos.