sábado, 11 de octubre de 2014

Tres susurros
en clave de "bah,
no quiero vivir."
Un grito.
Y otro.
Otro más.

Nadie contesta.
Nadie nunca lo hizo,
pero todos rieron
mientras pedía auxilio.

Le pesa más el alma
dolida, maltratada,
que el cuerpo.

Todos rieron.
Todos ríen, dándole siempre
la cruz
que ella lleva a cuestas
cuando se desploma.
Nunca dan la cara.
Temen las consecuencias.
Nunca nadie es tan fuerte
como aparenta.

Las apariencias, ya las conoces.
A los hijos de puta, también.
Se les ve venir.

Ella se soltó el pelo,
deshizo su trenza.
Lo dejó caer en su espalda,
libre,
como no pudo ser.
Hasta ahora. 
Esta vez ella elegía.
Ella, nadie más.

Un llanto le nace de dentro
de las heridas,
aún abiertas,
aún sangrando,
al ver un mechón de pelo
caer al suelo.

-"Lo siento"- se dice.

Un llanto amargo
que no cesa,
que no cura,
que ahoga.

Un grito.

Nadie contesta.

Su piel, blanca
como la luz al final del túnel.
Ya no alberga esperanza alguna.
Pocas veces la ha besado el sol
para estar tan llena de pecas.

Odiaba que otros odiaran sus pecas.
Era lo único que tenía.
Es lo que más ama.
Odiaba odiar estar rozando con los dedos
el filo de la navaja que llevaba en las manos.
Era frío. Se daba miedo a sí misma.
Se tenía pánico
en ese instante
que lo cambiaría todo.
Se había desnudado ya de valor.

Ahora la prisa por vivir es la misma
que la hace querer estar muerta.

Ya no hay gritos
ni llantos
ni susurros.
Ahora sólo queda el continuo goteo
de su sangre marcando el tiempo 
muerto, manchando los pétalos
de las flores del parque
que tiene a su alrededor,
la tierra aún húmeda de la lluvia
de la noche anterior,
haciendo que el silencio,
una vez más,
no exista.

Poco a poco 
se irá apagando su vida
para que nadie más ría.

Demasiado tarde 
para llorar por ella.

lunes, 18 de agosto de 2014

Necesidad vital


"Cada vez me atormenta más la incapacidad de hilar un pensamiento".

-A. Pizarnik-


No sé durante cuánto tiempo
mi memoria será
capaz
de almacenar recuerdos,
de recordar recuerdos
por sí sola.
Por el propio paso del tiempo.
              peso

No sé hasta qué punto será
consciente 
mi desordenada mente
de lo real,
de lo ya vivido,
de lo i(ni)maginable,
de los sueños aún en estado de espera,
de los sueños rotos,
también de los ya cumplidos.
De quién ha vivido
o está viviendo en mí. Ahora.
En unas horas, meses, años.
Cuando quiera que se lo pueda preguntar
y se lo pregunte.
Con quién comparto latidos.
Por quién. Por qué.

De mis ganas de vivir
después de morir unas cuántas veces
cada cierto tiempo.

Después y durante cada arañazo,
                       golpe.
Antes.

Del sexo.
De nuestra forma de amar,
                    querer(nos destrozar).

No sé hasta qué punto podrá
saber quién soy.
Reconocerme.

Por eso escribo.
Por eso me encantan las fotografías.
Fotografiar.

Es más,
es una necesidad vital.
Como respirar.

Mi necesidad vital,
como amar.
Amarte.

Como el mar, inmenso.

Por eso.
Por no querer olvidar.
Por el miedo al hueco que deja lleno
de vacío el olvido.

Por estar al borde de,
sin dejar de mirar
ni dejar de vivir.

Por ti.
Por mí.
Por la vida.
Por MI vida.
Por este miedo que 
me recorre los huesos.
Por este miedo que se corre
en mí, muy a mi pesar.

martes, 12 de agosto de 2014

La libertad del salvaje huracán

"Porque los nombres que pronunciabas antes ya no son los 
                                mismos
han cambiado los sonidos de todas las ciudades en las que 
                                     viviste
ya no ocurre igual dentro de tu pecho
ni en esta habitación
ni en esta palabra
ni en ningún idioma."


- Isabel García Mellado -


Vivo la poesía con daños, con amor,
con rabia, con distancia, con tiempo al tiempo,
con miedo al silencio.
Con silencio.
A gritos.
A besos.
A versos.
En mi propio eco
como en tu garganta.
En otros cuerpos.
En otros nombres.
Hombres.
Tú no.
Tú ya no.

Nunca más 
siempre
contigo.

Abriendo heridas
como si abriera cartas que llegan
cuando menos me espero.
Que lleguen.
Que seas tú.

Vivo. Dejándome moldear por otras manos
-que sujetan fuerte
pero sin ahogar-
la piel, las caricias.
Como quiero.
Cómo quiero.

Qué tacto tenías, joder. Que haberte pillado
las manos en las ventanas que cerrabas
para salir de espaldas por la misma puerta 
de entrada.
Entreabierta. Para otras.

Eras jaula.
Me abrí en ti
para escapar.

Vivo la poesía con doble de hielo y 
sin la prisa
con la que no pude vivirte a ti.
Con nostalgia. De mí.
Con saliva propia y de otros
para cicatrizar heridas
aunque el veneno de otras bocas
escueza. Como tú.

Guardando las maneras 
(con que nos teníamos)
y perdiendo las formas 
de encontrarnos de nuevo,
más viejos. Sí.
Pero, tal vez, más felices
aún habiéndonos dejado. Tan rotos.
Tan llenos de,
tan abandonados,
tan descuidados.

Fuimos.

Tantas palabras
haciendo de única arma mortal.
Cabezas que vuelan. Corazones.

Sólo sexo.
Tú lo llamaste amor
y no me lo creí.
No pudiste demostrarlo
tal y como me querías:
desnuda para ti
y también para otros.
Siendo pájaro entre cientos de cuervos volando
esperando matar.
Matarme.
Por hambre.

Siendo el polvo que queda acumulado 
en superficies, pero por superficialidad.
Después de nuestro último polvo. Cenizas.
Durante.
Arañazos.
Derrumbe.
Porno.
Desastre.
Poesía.
Frenesí.
Curiosidad.
Soledad.
Cáncer emocional,
de sueños.

Qué hostia te has dado
conmigo.

Después de ti
sé que existe la vida
en nuevos principios.
En mejores precipicios.

En peores lluvias aprendí 
a bailar mejores tangos.
Descalza sobre cristales.

Sigo.




Saltando

sin paracaídas.
Ahora no caigo; vuelo.
Más. Bien.

martes, 5 de agosto de 2014

No te acabes nunca

Ahora te miro y siento
que el mundo cobra sentido a tu paso.
Saber que estás
y tienes ganas de seguir
quedándote
despliega mis alas,
llenándome de ganas 
de volar contigo.

Ahora mi risa es más fresca,
más viva,
si comparto la vida
contigo.

       A tu lado.

Joder, nunca he visto a nadie
tan desnudo como aquella noche
en la que, con sólo mirarme,
ya me lo empezaste a contar todo.

Miré tus manos.
En una de ellas sujetabas
mi tercio de cerveza,
mientras me atusaba el pelo.
Y en la otra
tenías la venda 
llena de nubes negras
que me había cegado hasta entonces.

Luego me besaste,
devolviéndome la libertad
estando en una jaula rota.
-Ésto vino días después.-

Qué lluvia más amarga
se tragaron mis ojos
cuando te negué un abrazo.
No quería que me vieras 
dolerme así.
No quería 
dolerte,
como si abrazases cristal
en mil pedazos.
Eso era.
Qué si no.

Nunca he visto a nadie
tan fiero y frágil,
independientemente de si
llevaba puesta o no la ropa,
como te vi a ti.

Sentí algo tan intenso
e inexplicable
que ni siquiera ahora
me atrevo a ponerle muchas palabras
ni ningún nombre
a todo lo que eres,
a todo lo que te has convertido para mí
en la vida.

A lo que somos.

Pero sé que eres tú,
que es tu aliento el que quiero
por las mañanas
nada más despertarme y retorcerme
aún de sueño(s) en la cama.

Y en las siestas.

Que me sigas dando besos en la nariz.
Que no te acabes nunca.

Que es tu piel la que quiero
jugando a ser una
con la mía.

Una única piel: la nuestra.

                  N O S O T R O S
                  fundidos
                  en un solo ser.

Que no podamos distinguir 
nuestros límites
porque seamos uno 
la continuación
del otro.

Que son tus ojos y tus manos 
las que quiero que me entiendan
sin contarte a penas nada.

Que hay precipicios llenos de besos,
sexo y amor.
Que tú los eres todos en un solo cuerpo.

¡Qué vértigo!, pero aún así,
cómo no dejarme caer en ti.
Cómo no saltar contigo.

sábado, 26 de julio de 2014

La nostalgia me alborota el color de las horas

Los días que se asemejan
a vivir en blanco y negro
es cuando más ganas tengo
de volver a tenerte enfrente
y dejarme caer,
cual suicida al borde de un puente,
en tu mirada.

Qué suerte tienes de tenerte,
de poder mirarte a los ojos a diario.

Saber que eres real.

Qué ganas tengo de verte
y volver a encontrarme en ti.

De ser pájaro libre

                  v
                   o
                    l
                     a
                    n
                   d
                  o  

en tus brazos,
de no sentirme como una niña
sola en un parque.

Sin nadie con quien jugar
mirando unos columpios rotos.

martes, 15 de julio de 2014

Los días sin ti

"Quizá porque sin ti el mundo es egoísta".

- Luna Miguel -

Nunca he visto a nadie
hacer con tanta frecuencia la maleta
como cada semana te veo a ti.

Entonces el tiempo pesa
y araña.
Se vuelve gris.
Sonrío menos
si no escucho tu voz.

El miedo me busca las cosquillas
y la boca.
No puedo no echarte de menos.
No. A ti no.

Menos mal que eres tú
quien me besa
siempre 
con ganas de volver,
antes, si quiera,
de irte.

Y vuelves.
Siempre vuelves.


domingo, 13 de julio de 2014

Ningún cactus lleva tu nombre pero tú eres uno de ellos

"Las rosas siempre llegan puntuales
a su funeral".

- Batania/ Neorrabioso -



Cualquiera diría que

colecciono cactus para no
olvidarme nunca de ti.
Como aquella vez que pensé
que tú eras como uno de ellos,
que algún día también te llegarían
a brotar flores
en el corazón.
Y desde entonces.
No has cambiado nada,
pero sí mi vida.

Cualquiera podría darse cuenta
de que en tu mirada vive
un infernal invierno.
¡Qué ironía!

Sólo es necesario
que entre unas cuantas palabras
tú te sigas atreviendo a mirar 
a los ojos.

Penetrar con la mirada, eso.

Como buscándote dentro de alguien
en forma de restos de historia.
Como queriendo un salva-huidas
hecho persona, en una mujer.
O en varias.
Eres en mí el pretérito imperfecto simple
que me complicó un poco la vida.

Cualquiera diría que nos conoce
y yo respondería que no nos tuvieron
ni puta idea antes
cuando éramos
algo
sin saber muy bien qué
ni quiénes,
ni ahora
que dejamos de ser.
Que nos dejamos ser libres
totalmente:cada uno por su lado.
Con sus deseos, pasiones, victorias y derrotas
personales.

Aunque vuelvas
como vuelven las tormentas de verano,
como si nada, a devastarlo todo.
Pero tú ya has perdido fuerza
y también ganas
y yo interés
y la coraza del corazón 
que llevaba puesta cuando te besaba.

Rara vez te supe besar con los ojos cerrados,
no quería perderte de vista ni un momento.
No quería perderme más de lo que ya estaba,
no quería dejar de encontrarme 
en alguien distinto a ti
pero, al mismo tiempo, no podía frenar las ganas
de querer salir huyendo.

Y huí.

Al final huí
besando un nuevo precipicio,
encontrando el aire que necesitaba
en el cielo de otra boca.

Rara vez te abracé fuerte 
por si eras como el cristal y te rompías,
no por miedo a cortarme,
no por miedo a tener mil heridas a tu nombre.

Miré más por ti
que por mí.
Porque si tú estabas bien
yo también sabría cómo estarlo.

Pero no supimos estar juntos
ni hacernos reír lo suficiente
para intentar salvarnos.

Cualquiera diría que
colecciono cactus
para no olvidar lo poco
que nos cuidamos
y lo fuertes que somos.

Tiramos tanto de distancia
estando tan cerca
que nos convertimos en trenes de paso,
en vacaciones de invierno sin maletas,
en una incomprensión de horarios,
en seres volátiles en el planeta,
en abrigos de abrazos que no abrigan nada,
en soledad encubierta de sensualidad,
en frío interno,
en palabras que anuncian la tristeza,
en derrumbe,
en agujeros negros en la mirada,
en amor caducado
antes, si quiera, de conocer nuestra magia.






miércoles, 11 de junio de 2014

Te echo de menos y aún no has hecho las maletas para irte

Me adelanto a los acontecimientos,
pero sólo de pensarlo
ya te empiezo a echar de menos.
No puedo esta vez evitarlo.

Supongo que por eso,
entre otras cosas,
tardo esta semana mucho más en dormirme.
Ya son más de las cinco de la mañana
y aquí sigo:
uniendo la oscuridad de la noche
con la primera luz del día siguiente,
que no es la de tus ojos
al girarme en la cama cada mañana.

¡Qué putada!

No sé cómo se atreve a salir el sol
sin verte a ti primero
seguir durmiendo a mi lado.

No dejo de pensarte cada día
entre apuntes,
entre exámenes.
En carretera,en idas y vueltas
en cada semáforo en rojo,
llegando a tu casa
o estando en la mía.
Detrás de la barra del bar
sirviendo con sonrisas
parte de melancolía.
En bibliotecas,
en libros,
en poemas de tantos otros poetas.
En canciones,
entre calles,
en Gran Vía.
También cuando voy dejándome la vista
en el cielo
o en noches tan vacías como ésta
con la luna tan llena.

Te imagino en la estación
maleta y billete de ida en mano,
nervioso
y me vengo abajo de tal forma
que me duele cada hora que paso sin ti
hasta el viernes.
Hasta que llegue el día y la hora de irte,
hasta que la patética voz de información
diga que en cinco minutos
sale tu autobús.

Que se detenga el tiempo
o que se mate
y nos deje en paz
contar con nosotros mismos
tanto como nos dé la gana.
Tanto como queramos querernos.

Déjame un puñado de besos
y sostenme en un abrazo
antes de darte la vuelta
para marcharte.
Sonríe por los dos
aunque yo me quede llorando.
Ya te lo dije: nunca se me han dado bien
las estaciones pero les tengo que plantar cara
alguna vez.
De una puta vez.

No me digas adiós,
que suena como si no fueras a volver
o no me moveré de donde esté
esperando toda la vida que vuelvas.
Esperándote.

Ojalá tenerte esta noche en mi habitación,
en mi cama
-que no es muy grande
pero cabemos apretados los dos-;
entre mis brazos.
No te imaginas ahora las ganas que tengo
de mirarte mientras duermes
después de corrernos y acabar agotados,
colmados y felices.
De escucharte reír
antes de llegar al orgasmo.
De vivirte soñando
mientras sostengo tus sueños
con los ojos abiertos.

Me van a matar los fines de semana,
desde hace tiempo.
Ya deseo que sea lunes,
o domingo
y me digas que ya has pillado el taxi
camino a otra estación.
Que ya estás camino de vuelta.
A verme.

Que llegues tarde,
pero feliz
por muchos motivos.
Que yo te estaré esperando.

Maldito junio y malditos exámenes
que no acaban,
que nos separan
pero nos acercan a nuestros sueños.
Que te llevan a tres-cuatro horas de mí,
a Granada: la ciudad del amor.

Encuéntrate en sus calles,
mándame fotos de lugares donde sueñas llevarme.
Llámame y dime que está preciosa,
que el amor
en esa ciudad
en la que de nuevo respiras
va a hacernos más grandes
cuando nos vea llegar.


martes, 13 de mayo de 2014

Desastre feliz

Ahora que me he despertado
me doy cuenta de
que todo sigue igual
que ayer:

Me despierto en la cama de
la misma habitación desordenada.
La que aún tiene las bolsas de la ropa nueva 
que me compré
en el escritorio,
justo en el mismo lugar.

La que deja ver ropa sucia de un par de días
dejándose caer
muerta
sobre la silla 
en la que ya apenas me siento,
desde que prefiero la cama.

El mismo montón de libros 
por leer
sujetándome los sueños por la noche
en la mesita
junto a una taza vacía de té.

Ahora que me he despertado
y me he dado cuenta 
de que todo sigue igual,
de que nada se ha movido,
ni siquiera la aguja del reloj que dejó
tiempo atrás
de marcar las horas

me doy cuenta
sin mirarme al espejo,
de que lo único que ha cambiado hoy
soy yo:
que soy un poco más feliz que ayer.

Y todo lo demás
no importa.


domingo, 27 de abril de 2014

Me he tragado todas las mariposas que te nacieron en la boca y estoy flotando

Te leo con la levedad de una caricia
todos los poemas que necesites.
En voz bajita,
viéndote, sintiéndote, latir muy fuerte.

Te miro salvajemente a los ojos
como la fiera que llevo dentro 
y aún desconoces.

Te escribo con las manos porque
el corazón ya se pilló los dedos
en puertas y ventanas.
Pero toda la tinta es sangre
y tú me corres por las venas.

Te siento con los cinco sentidos
hasta inventarnos otro más.
O varios.
Mientras te quedes.

Te quiero de todas las formas posibles,
ya inventadas,
reinventadas
y desconocidas.

Te quiero a mi lado.
Joder, eso no lo olvides.

sábado, 19 de abril de 2014

Te estaba viviendo o matándome

He probado sonrisas
que tenían el sabor más puro
a vida
y muerte.

Muerte 
si tardaba mucho tiempo
en volver a besarlas.

Sonrisas que
me hacían creer estar soñando
con los ojos abiertos pero,
sin embargo,
estaba viviendo la mejor realidad de todas.

O eso creía.

Te estaba viviendo. 
O matándome.

Sonrisas que sabían a menta y tabaco,
otras a vainilla o café.
A cerveza.
A sexo.
A mí.
A poesía en tu espalda, mi vida
hecha jirones.
Al final, a mentiras.

Sonrisas que contenían la excitación
e instintos más primarios.
Sonrisas de noche de hotel
y habitación desconocida.
De cama enorme
y abrazos que no terminan de serlo.
De sueños y promesas incumplidas.
Otra vez.

Sonrisas de animal que enseña bien los dientes
para clavármelos a bocados después.

Sonrisas que duelen pero
salvan a la vez.

Sonrisas que salían bailando entre dientes
de la misma 
y hasta entonces
única boca
que me apetecía morder.

Sonrisas que me pertenecían
y acusaban de culpable.
Todas son de él.
      eran

domingo, 19 de enero de 2014

Quiero besar a tus monstruos para que te calmes.

Anoche llegó,
él,
otra vez,
sin estar aquí,
estando a más de mil kilómetros,
a decirme que no sabía cómo
había vuelto a casa.
Pero que ya había llegado.
No recuerdo exactamente qué hora era pero,
no era temprano
ni tampoco demasiado tarde.
Aún estaba despierta,
leía algo de César,
después de volver a casa del curro.
No me apetecía nada retomar los apuntes 
que había dado por imposibles esa misma tarde.
Me entretuve además viendo caer la lluvia,
moviendo los pies al ritmo de sus golpes en el cristal de la ventana.
Detalles.

Me dijo que allí hacía frío pero que le daba igual.
El invierno es otra cosa, me hizo entender;
y a veces tiene mucho que ver con el hueco de mi ausencia,
y toda esa mierda.
Yo que aún estoy por llegar.

'Pero estás, y es lo que importa'.

Siguió diciéndome que no estaba orgulloso de lo que había hecho,
esa noche;
que Ella tenía la culpa
de sentirse así.
Al menos la mayor parte.
De no reconocerse ahora ante un espejo.
De seguir llenando vasos
que veía vacíos
después de ser él mismo quien los vaciase.
Me confesó que había bebido,
y mucho.
Que también había fumado,
cuando eso es algo que jamás se le había pasado por la mente.
Fumar.

Creo que es de esas cosas que pasan
y no puedes,
ni quieres evitar,
cuando no tienes unos labios que llevarte a la boca
en ese momento.

                                  -Cuando quieres olvidarte de todo,
                                  sin éxito-.

Más que por placer,
que también,
por necesidad.
Cuando ya no sabes dónde meterte
ni encuentras las formas de salir de donde estabas.

Ha vuelto a perderlas. 
Las formas, digo.
Él ha vuelto a perderse.
Y a mí me hubiera gustado encontrarle en ese momento,
justo en ese preciso instante,
y compartir un posible cáncer de tanto humo
y nicotina. 
Un piti,
un peta,
o toda una noche entera a su lado.
Nada más.

(Fumar.

Es respirar el humo de tus miserias,
prender fuego a tus lágrimas,
a tus penas.
Besarte por dentro a base de mechero.

Es fundirte el dinero
cuando no hay para cerveza
o cuando no encuentras a ese alguien que te entienda).

Eso me ha dicho hoy
y me he roto un poco más por dentro
porque no sólo sé de lo que habla,
lo siento.

Esa espinita que tiene,
más que clavada,
atravesándole el cuerpo,
entre pecho y espalda,
pasando tan cerca del corazón,
anoche chocó con todas mis heridas entreabiertas.

                                    -Joder, cómo dolían.
                                    Cómo no pudimos evitar dolernos-.

En una canción 
bailamos
sobre nuestro propio charco de lágrimas 
y sangre.

                                    - Demons-.


En el reflejo del agua nos reconocimos
como niños.
Perdidos.
Los dos.

Él allí,
a solas,
yo aquí
queriendo estar pisando sus miedos.
Dejándolos a un lado.
Barriéndolos hacia afuera.
Echando todo lo que le estorba dentro.
Con él.

Aún se siguen dando puñaladas
por la espalda
mientras nos sonríen de frente,
nos clavan la mirada
cuando en los ojos 
nuestro silencio pide a gritos abrazos.
Uno, al menos.
Uno, de tantos.

He sentido el filo de sus versos
cuando he leído lo que escribe.
A veces parecen cuchillas afiladas.
Y yo, que me creo malabarista 
siendo una auténtica gilipollas,
juego con ellas entre mis manos.
Me metí de lleno a dejarme arañar
y acariciar a partes desiguales.
Depende de la emoción el placer,
el dolor
y los daños colaterales.

Él, 
vértigo.

Hasta el miedo podría temerle.
Y eso él tampoco lo sabe.

He sentido el calor de sus brazos
sin tocarme
cuando sus intenciones han sido 
mantenerse vivo una noche más.
Cuando sus intenciones primarias 
o urgentes
han sido hacerme sonreír y reír
hasta conseguir salvarme
(de mí misma, también),
y salvarle,
al mismo tiempo,
con mis maneras,
de otra huida.

Como el beso después de un orgasmo,
como correrse a la vez.
Como ser menos cobardes.
Cómo.

Cree que mis ojos son dos faros
y sigo sin entender dónde encuentra las luces

                                     -con la de veces que las he buscado
                                     por no ir a tientas 
                                     (y a golpes)
                                     por mi vida
                                     con todo a cuestas-,

con las que a veces decide
y se arriesga
a guiarse.
Por mi camino de piedras,
de escombros,
de ruinas.

Anoche tuve el placer de escucharle
y reescucharle
a través de una nota de audio.
Créedme. 
Tiene esa voz 
que me gustaría escuchar
y oír
a todas horas
revolviéndome la vida,
maquillando el dolor de las ausencias
con tan solo hacerse notar
como presente.

Hace música entre los dientes.
Envidio a su paladar por el gusto que tiene
al bailar con su lengua
todas las canciones que vibran entre sus cuerdas vocales.

Envidio a sus pestañas
y a sus ojos que, con la luz,
parecen querer ser verdes;
y cómo sus párpados se cierran 
invitándole a soñar.
Porque tiene que ser tan bonito verle soñar...

Vivir con.
Vivirle.