domingo, 28 de abril de 2013

Con un plan de vuelo en las manos.

"Y hace tiempo que bebes de la misma forma que olvidas,
sin querer
y también sin dolerte".

- Escandar Algeet - 

Las musas vienen con un infierno entre las piernas,
- y sin manual de instrucciones - 
y en invierno
uno sólo quiere una fuente de calor
sin tener que salir llorando después,
o peor aún,
echando(la) de menos.

La perseguía por las calles
como faldas que alborota el viento,
con sutileza,
hasta que las levanta.

Desesperadamente.

Con ganas de comerle la vida.
De romperle todas las normas
que escondía bajo aquel vestido.

Y no me hables de bailes
si no la has visto contonearse
al andar
por las aceras.

Subida a unos tacones
mirando a la vida por encima,
segura.

Y yo prefiero quedarme 
entre
sus piernas
antes que con todas las utopías de este jodido mundo.

Y te olvidas de todos los poemas que deberías escribir para poder
besarla.

Tiene fama de puta
cuando se convierte en poesía
en manos de poetas
(de bragueta - floja - y revolcón).

Joder, sólo hay que verla.

Saber que no sabe que el mundo la observa,
que peca de inocencia,
es otro aliciente del morbo que derrocha.

Y aún siguen quedando idiotas en el mundo
queriendo hacer volar
a aquellas wendys con falta de alas.

Sin saber que la libertad 
es eso que se encuentra
cuando nos escondemos bajo las sábanas.

Cómo se arrastran por los suelos
para que le calienten la punta
de la lengua
a ratos,
en lugar de jugarse la vida
a un As de arañazos en la espalda.

Hay que ser idiota.



miércoles, 24 de abril de 2013

Te tienes que ir para poder volver.

"Porque hay muchas sonrisas en el mundo
pero ninguna como la tuya".

- Carlos Guerrero - 

Ayer, a estas horas, estábamos riéndonos en los pasillos de un hospital
rompiendo el silencio
en ese ambiente que me pone nerviosa,
y a ti también,
como las estaciones de tren
(por poco nos echan - sí, sigue riéndote-).

No te haces una idea de cómo (te) echaba de menos
esos momentos,
esos y todos.
Que casi en veinte años
hemos puesto más desorden,
del bonito,
en el mundo
que orden en nuestras vidas
(será que no nos perdemos del todo
porque aprendimos a encontrar nuestras cosas
insignificantes,
y con mayor importancia para nosotras,
en el desorden de nuestras habitaciones).

La de veces que me gritabas de pequeña
porque no te dejaba dormir,
cuando no dejaba de preguntarte tonterías
y hablarte del "hombre del saco",
cuando jugábamos a gastar formalidad
y ganaba quien se dormía antes
- casi siempre tú
(lo siento, pero eras una dormilona)-,
cuando bajábamos las cuestas corriendo
y las subíamos empujándonos del culo
porque-no-había-manera-de-subirlas
después de tanto sube y baja.

La de trastadas que hemos hecho
siempre juntas,
la de personas que hemos hecho salir
corriendo
detrás de nosotras.
La de veces,
como la de ayer,
que nos hemos retorcido de la risa
hasta que nos faltaba el aire.

No sé
esto no es nada
para lo importante que eres
para mí
en mi vida.

Te has vuelto a ir
y yo seguiré esperándote
durante todos los trenes que hagan falta.

viernes, 19 de abril de 2013

'Otra criatura con vértigo de amor'



"Mi sentido y mi común que antes se llevaban bien, se dijeron:
hasta luego, nunca más".

- M-Clan - 

"Pasa los días enteros en la biblioteca de mi mente,
paseando con tacones entre los pasillos de los grandes clásicos".

- Daniel Buendía - 

Se nos cayó la noche encima
y a eso de las 7
nos dieron ganas de robarle vidas a los gatos,
para hacerlas nuestras.
Y me pregunto qué animal de los dos,
de nosotros,
empezará a morder primero 
al otro.

Las persianas seguían bajadas
y las ventanas abiertas,
y el aire empujaba al sol
para inundarnos la habitación
e impregnarnos de luz y calor,
más calor aún 
del que emanaba de nuestros cuerpos,
en esa mañana de primavera,
en pleno abril.

Él, antes de dormir 
se leyó ese poema que, prácticamente,
a todos,
nos gustaría haber escrito.
"Siempre te andas dejando a los poetas
en la mesita de noche,
y te llevas los versos en sueños a tu cama",
me dijo.

Leyó a Escandar
y me miró,
y sonrió,
como un completo idiota,
cuando se dio con la realidad en las narices:
no sabes lo que es despertarse y que ella se retuerza y bostece,
luego te abrace,
y luego no sepas cómo deshacerte de todo el mundo.

Sus dedos se anidaron en mi pelo
despeinado
después de.
Y le pareció bonito
creerse por un momento uno de mis pájaros,
esos que agitan sus alas en mi mente
y me hacen sobrevolar el suelo a diario.

Y me sentí libre.

Y por un momento entendí
que él era la emoción que se busca al abrir un libro
por cualquier página
en la biblioteca,
en la sección de grandes clásicos.

Y también
que a la razón, el corazón,
la demandó
por hija de puta.
Y por eso desde nunca se han llevado bien 
mi sentido y mi común.

Me pintó un infinito de versos
entre los omóplatos 
y dejó caer un último beso en las clavículas
antes de hacerme buenas las noches
y concluir diciendo:
"dormir(me) con un 'poema hecho persona',
o al revés, qué más da,
o sea, contigo,
tiene que ser la hostia".

Y me abrazó,
y mis sueños durmieron,
entre sueños,
esa noche en su almohada.



jueves, 11 de abril de 2013

Caótica M.



"No creo que seas mi último tren
porque ese será el que descarrile".

- Carlos Salem - 

Tengo la mala costumbre de dejar la ropa tirada por los suelos,
o al borde de la cama,
para recogerla horas después
o a la mañana siguiente,
qué más da.

Voy perdiendo la cordura con cada uno de tus pasos
mientras te vas acercando a mí.
Y también la compostura, la seriedad.
Aunque tiemblo.

Tiemblo porque eres tú
el que quiere encerrarnos entre cuatro malditas paredes
para que la poesía, por una puta vez,
nos haga a nosotros.
Nos folle, pero bien,
como solemos hacer nosotros con ella.

Eres tú el que sabes mejor que nadie desahogarte a golpe de letra
y tambalear mi mundo.
Eres tú quien pinta los días de colores
aun insistiendo en que eres gris
(vale, sí, que a veces quisieras destrozar algo bonito 
para enseñarme toda la mierda que te guardas dentro,
para que me crea eso de tu color gris y no te discuta más).
Y yo te digo que no, que tienes una explosión cromática dentro,
pero no me terminas de escuchar.

Y dices que la poesía se asemeja mucho al color de mis labios
rojos
igual que mis mofletes cuando me sonrojo,
y mi sonrisa tímida se vuelve protagonista.
Y dices que eso es el término felicidad
y también la definición de vida.

Y me siento pequeña,
“pequeña y abrazable”.

Soy yo la kamikaze que intenta asesinar al tiempo
en plena primavera
por respirarte,
y acabar así desbancando a todos los inviernos.

Respirarte boca a boca
y sentirte cuerpo a cuerpo.
Sin preámbulos ni protección ante los miedos.
Dejar que las cosas surjan sin más y
evadirnos.

Cambiar la rutina simple
por una rutina contigo,
pero sin caer nosotros en ella.

A mí tampoco me importa la rutina
si tengo un beso a las 7:30,
dos al mediodía,
y un cuerpo que comerme al verte entrar por la puerta
y acabar haciendo de ti un vicio.

Y eso no sé si es del todo bueno,
pero, joder,
¿quién es ella y qué está haciendo con nosotros?
¿Quién es en realidad esa a la que llaman poesía
Y se pasa la vida en boca de todos?

Perdona.

Perdona por el desorden sentimental
y estos escombros que un día fueron castillos,
pero los levantaron en el aire
entre cimientos de promesas,
y ya sabes que no es el mejor punto de apoyo.

Pero bueno,
este es mi mundo, bienvenido.
No te asustes ni tampoco asustes a mis monstruos,
que se enamoran al primer suspiro.

Mi vida es una ruleta
y giró ante la suerte,
pero terminó por hacerlo en sentido contrario a las agujas del reloj.
Cabeceando mundo abajo y sonriéndole a las piedras
con las que tropieza
una y otra y otra vez.

“Sé y te imagino que eres un desastre,
corriendo siempre, olvidadiza,
y que vas como una loca,
pero mantener la sonrisa es más importante
que el orden,
y que tengas eso,
me parte en dos”, me dices.

A ver quién coño se atreve a negarte
tanta evidencia.

Sigo siendo yo,
la caótica M.

domingo, 7 de abril de 2013

Con-tratos (jamás leí la letra pequeña).



"Lo único que nos va a costar es desacostumbrarnos de nosotros
no el hecho de dejarnos de querer.

- Sara Blanco - 

No sé si leímos las condiciones y términos de uso
de la distancia
antes de firmarlos
(ni siquiera sé si firmamos algo).
Tampoco sé si existe un manual de cómo sobrevivir
a los kilómetros
(y si lo hay, si existe, tampoco lo quiero),
como tampoco sé si debería escribirte ésto.

Creo que nos saltamos todos y cada uno de esos pasos,
todas y cada una de las reglas,
y nos lanzamos así, sin más,
a ojos vendados,
a intentar darle un par de vueltas al mundo
para ver si nos ponía,
juntos,
en algún sitio.

Que yo “sólo quiero un puñetero punto geográfico
donde poder encontrarte y donde poder perderme
contigo”.

Y eso, tú, no terminas de entenderlo.

Me vas a tener que perdonar por los errores no cometidos,
por las noches que te debo,
y por todos y cada uno de los besos que aún no he podido darte.
También lo vas a tener que hacer
por echarte de menos, más de lo creía, a mi manera.
Y sigo sin entender cómo se puede echar de menos algo que no has tenido nunca.

También me vas a tener que perdonar por mis silencios
o los poemas (que suelen estar, alguna veces, de más).

Por las noches que no acaban en un “buenos días”
en tu cama.
Y, también, por no saber quererte a medias.
Que siempre he pensado que querer a medias
no es querer en realidad.
Que sabes que contigo me juego la vida
a todo o nada.

Que hay que tener cojones a enamorarse,
porque hay que tener el valor de dejar el orgullo a un lado
y ser capaces de romper nuestros propios esquemas,
nuestros propios límites y nuestras propias promesas de
“no lo volveré a hacer.
Una y no más”.

Y tú entraste en mi vida con pasitos cortos
pero decididos.
Y bueno, también has desplegado tus alas
y has revuelto un poco mi caos.

Pero no puedo obligarte a que te quedes
aunque sí te lo pienso pedir,
porque no me gusta que te vayas.
(No es que no me guste,
es que tampoco quiero que lo hagas,
que te vayas).

Y perdona si me tiemblan las palabras alguna vez
pero, para qué mentir,
hasta ahora tú has sido mi mejor “buenas noches”.

Y sí, algunas veces me dan ganas de mandarlo todo a la mierda,
porque no veo en túneles a oscuras.

Y no sé,
esto no es una declaración de intenciones
ni tampoco se parece demasiado a un poema,
pero con nudos de dos lazos en la garganta
ya me dirás cómo coño sobrevivir
sin reventar, que ya no es ahogarse
es algo más.





lunes, 1 de abril de 2013

Entre idas, venidas y vidas

"Las estaciones en las que ya no me esperas desde hace tanto tiempo,
 te tienen grabado a fuego
en la esquina donde destilabas paciencia con tu sonrisa al verme llegar, 
esperando a que un día
solucionase mis problemas con el despertador y llegase a tiempo".

-  Marina Rodrigo - 

Alguien me dijo una vez que los viajes de ida
se hacen mucho más largos
que los de vuelta.
Y no queda otra que dar vueltas en la cama
a sabiendas de que te largarás horas más tarde
y que, aun queriendo,
no puedo pedirte que te quedes.
Pero sí te pediré que vuelvas.
Eso siempre.

Y es que el jodido y estúpido
"nos vemos cuando vuelvas"
esconde mucho más de lo que aparenta.
Y es que siempre he odiado las despedidas
por miedo a que a esa persona , se le olvide volver.

(Y tú, pequeña, si haces eso,
si te olvidas de cómo volver,
salgo corriendo a buscarte.

Tenlo claro).

Y en las estaciones,
esas que me da miedo pisar,
tiemblo.

Y se (me) empiezan a caer las primeras hojas
(cargadas de palabras,
esas que debería decirte y no te digo.
Esas que te escribo),
 al suelo.

También las lágrimas,
que bailan en mitad de las sonrisas,
por no inundarte más la vida de nostalgia.

Y las miradas, que reflejan un "nos vemos pronto"
(y ojalá ese "pronto", esta vez, sea cuestión de poco tiempo).

Y los abrazos,
esos que ojalá fueran tan fuertes como para
no poder despegarte de mis brazos,
para no dejarte marchar,
para no dejar que te subas a ese tren.
y evitar que tengamos que empezar a contar kilómetros
en sentido contrario a casa.

(Y es que si antes de irte
te doy un abrazo de esos,
de los de “quédate”,
no te dejaría que te subieras al tren.
No te dejaría.

Porque, joder, se nota mucho tu ausencia
después de estar diecinueve años, 
casi veinte, 
juntas
como unas veinticuatro horas al día.

Y sí, 
JODER,
no hay cosa que más odie que te vayas
y que sea Madrid la que te vea reír
y también llorar.
Y no ser yo la que te intente hacer reír
cuando no sepas cómo levantarte del suelo.

Y conseguirlo,
conseguir que te levantes
y bailes.

Y saltes.

Y que me mires 
y otra vez, de infinitas,
me digas que estoy algo loca
y que sigo siendo una impuntual).

Y, joder, qué hostias me dan las puertas del vagón
al cerrarse.
El pitido del tren que simula un "au revorir"
y el "clack, clack, clack..." entre las vías.

Y qué lento se pasa el tiempo
mientras espero que todo esto ocurra a la inversa.
Y vuelvas.